Luis Ferrer

CARTA AL ABUELO PEDRO

Hola Abuelo, soy yo, tu yerno Luis.

Esta carta no es una despedida triste, sino un saludo para recordarte con cariño, y decirte “hasta luego”, hasta que nos volvamos a ver en nuestro regreso a casa.  La casa de donde todos venimos, y a donde todos algún día regresaremos.

Hace 37 años entré por primera vez en tu casa, justo cuando conocí a tu hija Conchi. Desde entonces, no he dejado de aprender de tus consejos y de tu experiencia en todo ese tiempo. Siempre me ha gustado escuchar y aprender cosas de las personas a las que conozco, y de ti he aprendido más que de ninguna. Te he conocido más de la mitad de mi vida.

Pedro, en primer lugar, quiero darte las gracias por haberte conocido. Pero sobre todo, Pedro, quiero darte las gracias por Conchi. Quiero darte las gracias por haberme dado a tu hija como compañera, en este viaje efímero de nuestra vida.  Pedro, verdaderamente, no podía haber tenido mejor compañera. Ella ha sido sin duda la mejor esposa, y la mejor madre que yo podía haber encontrado. Y tú, la mejor hija que hayas podido tener.  Te pido sincero perdón si en algunas ocasiones no la he tratado y amado como le corresponde, debido a nuestras diferencias. Fue sin duda debido a mi carácter, la falta de amor en mi familia, y la rudeza de mi vida militar.

Te llevas lo que más vale de la familia”, me decían muchos cuando me casé con tu hija. Y tú  tienes que ver mucho en todo esto.  Todo ese mérito es tuyo y de Felipa, tu mujer. De la educación y el cariño que le habéis dado.

Conchi ha sido, y sigue siendo sin duda, la mejor maestra que he tenido en mi vida para mi crecimiento personal y espiritual. Ella me ha dado mucho más a mí, que yo a ella (me siento en deuda). Ella es un gran ejemplo a seguir para todos nosotros.  Pedro, no sé si te habrás dado cuenta, pero Conchi ha sido sin duda, el alma que ha venido a unir a todas nuestras familias a través del amor incondicional. Los hechos hablan por sí solos.

Pedro, te reitero mi agradecimiento también, por la armonía familiar, la estabilidad y el cariño, que he encontrado en el seno de tu familia a lo largo de todos estos años; el que nunca pude encontrar ni vivir en la mía.

Pedro, recuerdo que un día hablando contigo en el campo me decías, que el día que te fueras, te gustaría que te recordasen como un currante.   Sin duda alguna lo has conseguido. En el campo con los animales no has tenido parangón.  En tu trabajo, nunca nadie te ha podido igualar. Has sido único. Tú siempre me decías, que con el ganado no había vacaciones ni descanso, que la vida del ganadero era así, y que eso era lo que te gustaba hacer; trabajar, para dejar un duro a tus hijos el día de mañana, y que pudieran estar mejor. Yo al principio como chico de capital, no lo entendía, pero con el tiempo y la madurez lo comprendí. Comprendí que el mejor regalo que le podemos hacer a una persona en su vida, es no influir en su evolución, es decir;  dejar que cada uno haga con su vida lo que más le guste, y le haga feliz, y tú eras feliz así, porque lo que más te gustaba era estar en contacto con la naturaleza y con tus animales. Ahí era donde tú encontrabas tus ratos de paz interior. Ahora te entiendo.

Nunca quisiste jubilarte, eso no iba contigo. A ti que no te hablasen del hogar del pensionista.  Mientras muchos de tu edad en el pueblo vivían con la ley del mínimo esfuerzo, y engordando de su pensión, tú en cambio seguías madrugando y trabajando duro, como lo habías hecho siempre. Lo hacías por tus hijos, y porque tenías mucho amor a tu trabajo. Seguiste al pie de la brecha hasta el final, y siempre siendo fiel a tu credo.

Yo algunas veces te recriminaba en el pasado, que porque no venías a vernos a Badajoz, aunque solo fueran dos días al año. Que eso era muy poco. Tú siempre me decías lo mismo. Que había mucho trabajo. Y yo, aunque no lo compartía, lo acabé aceptando.  Me di cuenta, de que cada uno tiene que ser feliz a su manera, y que eso, es lo que le da la salud.  

Pedro, tú siempre has sido un hombre sano y muy trabajador.  Desde que te conocí, nunca te he visto enfermo. Jamás tomabas ni una sola medicina.  A veces parecías de hierro. Todos caíamos en los típicos achaques, año tras año, menos tú. Hasta que este pasado verano, y sin esperarlo nadie, la salud de tu cuerpo te frenó, y un tumor puso el cronómetro a tu vida.

Recuerdo cuando te comentaba en tus últimos días de vida lo siguiente: ¿Te has dado cuenta Pedro, que en tres meses aquí en Badajoz, nos hemos conocido y hemos compartido mucho más que en 37 años?

Que ironías tiene la vida”. En 37 años tu no viniste apenas a vernos a Badajoz, porque decías que tenías mucho trabajo; y ahora la vida, el destino, o las circunstancias, te obliga a estar en nuestra casa durante tres meses. No es ningún castigo. Bajo  mi punto de vista, es simplemente, que la vida viene a compensarnos. Es decir, nos da lo que necesitamos para nuestra evolución, no lo que nosotros queremos. La vida tiene esas cosas para nuestra evolución (La evolución en el amor incondicional).

Cuando estabas ingresado en el hospital, estabas deseando salir para irte a la finca de tu hermano Diego, y estar en el campo viendo sus ovejas.  Ya cuando llegó el día, te levantaste temprano tú solo en mi casa, y dijiste: “Quinto levanta”, tenías la ilusión de un niño pequeño, cuando va por primera vez al campo con sus padres. Llevabas días soñando con que llegara ese  momento.

Después del hospital, vino la radioterapia. Toda la familia tenía esperanza en tu curación como el hombre sano que siempre has sido. Aunque por otra parte, también presagiaban lo que podía ocurrir. Pero nadie pensaba que te ibas a ir tan pronto; que al menos pasarías las fiestas de Navidad con nosotros, pero por desgracia no ha sido así.

Aunque todos hemos estado a tu lado en la etapa final de tu vida,  yo he sido el que sin duda, y por alguna inusitada razón, ha pasado más tiempo contigo en estos tres últimos meses.  Todo ocurre por algún motivo en especial (las casualidades no existen). Yo creo que mi alma estaba en deuda con la tuya, y en esta vida ha decidido saldar su deuda en beneficio mutuo para nuestra evolución.

Recuerdo que cuando llegaste a mi casa después de tu estancia en el hospital, yo quería darte algunas pequeña tareas, para mantenerte ligeramente ocupado, y que tu cabeza no estuviera constantemente pensando en la enfermedad. A lo que tú me respondiste: “Yo te voy a dar más trabajo que tú a mí”.  Y así fue por desgracia, no te equivocaste.  Éramos tres personas dedicadas a ti las 24 horas, y había veces que no dábamos a vasto para satisfacer tus necesidades.

Todos trabajaban menos yo (jubilado) y tu mujer.  Gracias a eso, te pude dedicar todo mi tiempo. Las noches de hospital  contigo (imaginarias), como yo las llamaba. El llevarte a todas las consultas, pruebas, revisiones y curas con Conchi.  Los madrugones durante un mes para llevarte al hospital a que te dieran la radioterapia.  Recuerdo como tú te quedabas acurrucado en la cama un poquito más, y yo te dejaba (te daba un poco de vidilla como decíamos en la mili), porque sabía que te costaba mucho levantarte. Hasta que llegaba la hora, y ya no podía dejarte más. Entonces yo te decía tu propia frase: “Quinto levanta”, lo que tú mismo decías. Yo solo te vestía, te lavaba, y te metía en el coche para llegar con hora. Todas las semanas, se averiaba la máquina de la radio, y teníamos que esperar más de dos horas, y nos rompía toda la mañana, pero al menos te evitamos que tuvieras que ir en ambulancia desde la Siberia todos los días. Habría sido insufrible. Al menos de eso te beneficiaste.

Tanto trabajo para nada. Con el paso de los días, veíamos cono ibas perdiendo energía, comías muy poco, y yo te obligaba como un sargento a tomarte esos  batidos nutricionales que tu tanto odiabas, por prescripción facultativa. Pero a pesar de tu estado, Conchi y yo, queríamos sacarte en el coche, aunque ello te costara, para que no te abandonases y tirases la toalla. Queríamos sacarte de casa, para que vieras y vivieras, todo lo que no habías podido disfrutar con nosotros todos esos años, porque presagiábamos que iba a ser la última vez. Queríamos sacarte al campo, para que vieras las ovejas en la rastrojera.  Te llevamos a ver el río Guadiana y sus parques a su paso por Badajoz, con tu hija Conchi y Felipa. También a ver como los militares retiraban la planta invasora del calamote en el río.  Ya por último, te dimos la vuelta por todo Badajoz, para que vieras el alumbrado de Navidad, pero ya no tenías ilusión, porque tu enfermedad estaba muy avanzada, y la radio no dio los resultados esperados.

Todas las enfermedades graves, en realidad nos traen un mensaje oculto que no sabemos descifrar. Toda enfermedad, y en especial el cáncer, nos traen un mensaje. Este mensaje es un cambio drástico en nuestras vidas. La falta de amor a nosotros mismos”. Primero enferma el alma y después enferma nuestro cuerpo.   Ese cambio, no es solo para el enfermo, sino para toda la familia en general, y para cada uno de nosotros, de acuerdo a nuestro nivel de conciencia.

Ese cambio que nos demanda nuestra alma después de toda nuestra vida, lo hace a través de la enfermedad, y ese cambio es sin duda en el amor incondicional hacia los demás, y también hacia nosotros mismosEl amor incondicional es la lección más importante que hemos venido a aprender a esta vida, aquí, en nuestro planeta escuela. Es sin duda, la lección de las lecciones para aplicarnos todos sin excepción.

Pedro, tu familia y los que te conocieron, piensan que has muerto, pero en realidad, yo sé que no es así. Tu espíritu sigue entre nosotros. Todavía ninguno damos crédito, a que ya no estés entre nosotros.  Ha sido el espíritu de tu alma, el que ha decidido desencarnar, para seguir viviendo al otro lado de otra forma muy diferente. Como te he dicho, es el estado del alma, lo que determina nuestra salud.

Abuelo Pedro, en realidad tú no has muerto.  Es verdad que ha muerto tu cuerpo físico, pero tú no eres tu cuerpo. Tú creías que tan solo eras eso, un cuerpo, como nos pasa a casi todos, pero ahora que nos has dejado, ya habrás comprobado en tu tránsito, que en realidad  la muerte no existe, es como un renacer de oruga a mariposa.  Es como desaparecer aquí, para seguir viviendo en otro lado.

Las orugas y/o los gusanos de seda, cuando mueren, en realidad no mueren, se transforman, y  renacen como mariposas.  Su energía tan solo se convierte en otra diferente, para volver a nacer a la vida. Eso es lo que te ha pasado a ti, y lo que nos pasará a todos nosotros algún día. La muerte tal y como la conocemos, en realidad no existe. La energía de nuestro espíritu y nuestra conciencia siguen viviendo en el más allá, bajo otra forma de vida.

Por eso Pedro, tú solo has cambiado de forma energética, para pasar a otra dimensión de existencia, en donde sin duda sigues viviendo en otro estado muy diferente. En forma de conciencia, de luz, y de amor, para seguir tu evolución.

Por lo tanto y después de tu partida, ya habrás comprobado Pedro,  que la muerte tal y como la conocemos aquí, en realidad no existe, es tan solo una ilusión.  Nuestra vida aquí es como un sueño, es como un soplo en la existencia.  Nuestra existencia está compuesta de muchas vidas como la que tú has vivido aquí con nosotros. Esta vida nuestra, tan solo es un viaje más, entre las muchas que hemos vivido y viviremos.

Yo ya sé que tú no creías en estas cosas (no pasa nada), por eso yo te respetaba.

Abuelo Pedro, ahora que ya estás al otro lado, habrás podido experimentar que la muerte forma parte de la vida, que no es el final. Y que cuando nos vayamos al igual que tú algún día, allí estarás tú para recibirnos con los brazos abiertos en nuestro regreso a nuestro verdadero hogar.

En esta vida terrenal, solo estamos aquí de paso (venimos a aprender).

Nuestra misión es descubrir quiénes somos  y  amarnos.

Todo pasa excepto Dios.

Pedro, allá donde estés, no tengas miedo:

Estamos destinados a vivir eternamente con nuestro creador (en realidad, nunca morimos).

Recibe un fraternal abrazo de tu yerno Luis.

Hasta la vista Abuelo Pedro.

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

WP2Social Auto Publish Powered By : XYZScripts.com

Prueba estos superalimentos | Te ayudarán a sanarte

Estos productos pueden ser muy valiosos en la limpieza a nivel celular de tu organismo.

Este es el primer paso (fundamental), para la sanación del cáncer.

Te ayudará a limpiar a fondo los primeros 15 días; no solo intestinos, sino limpiar también a nivel celular, permitiendo que los tratamientos médicos funcionen. 

Al realizar una limpieza a nivel celular, el cuerpo recupera la energía vital que tanto necesita para poder sobrevivir, y que el cáncer le ha ido restando con la enfermedad. 

Te ayudará a bajar de peso físico, lo cual es fundamental para vibrar más alto y poder llevar una mejor vida espiritual.

Laso Tea