EL ENCONTRADOR ESPIRITUAL
La vida del buscador suele ser muy triste.
Ha pasado prácticamente su existencia entera buscando “algo”, que muchas veces ni siquiera sabe qué es.
Lo que todo buscador espiritual sincero anhela es encontrar la paz eterna del alma y la completa satisfacción de Ser. Es por ello que recorre distintos caminos, técnicas y maestros anhelando encontrarse a sí mismo. Sin embargo, lo que muy pocos comprenden es cómo funciona el ego.
El ego tiene una enfermedad crónica compuesta por tres síntomas: desear, buscar y resistir.
Generalmente el buscador está feliz con su condición de buscador, sin darse cuenta de que su mente ha tomado el control sobre su vida.
Para aquel que no quiere seguir buscando sino encontrar, todo se reduce a su capacidad de renunciar a su búsqueda y comprender que todo lo que necesita está Aquí y Ahora; que puede ser completamente feliz ya mismo.
Esto es algo muy difícil de comprender para la mayoría y para muchos otros, sencillamente imposible.
El ego es un organismo separado de la conciencia, pero en donde ha hecho su nido y por lo tanto quiere sobrevivir: no va a permitir que de repente su vida entera – que depende de buscar, desear y resistir (el presente) -, se desmorone.
Va a usar todos los recursos que posee y su más aguda inteligencia para no morir; es decir, seguir buscando en el futuro lo que está Ahora.
Es por esto que el buscador engañado va de curso en curso; de maestro en maestro; de técnica en técnica; de país en país; pero nunca se siente completamente feliz, en paz y satisfecho.
El encontrador espiritual, en cambio, saca la espada del coraje y del discernimiento y termina rápidamente con todo su pesar en este mismo acto, porque comprende que nada está sucediendo Ahora y que si él no concluye su búsqueda de forma conciente, morirá insatisfecho e infeliz.
El encontrador espiritual ha descubierto finalmente los dos tesoros ocultos de todo camino espiritual genuino: el amor y el silencio. Nada más necesita.
Su búsqueda ha concluido: aprendió a amarse, a tratarse con amor y a no identificarse con el contenido de sus pensamientos, lo cual conduce inexorablemente al silencio interior y de allí al reino de los cielos o eterno presente.
Estas son las dos únicas dos cosas que necesitaba: amor y silencio, y ambas están Aquí y Ahora. Él es amor; él es silencio, y para encontrarlos, sólo tenía que dejar de buscarlos.
Lic. Fernán Makaroff
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