universo y materia

            El pensamiento de muchas personas está marcado sólo por estructuras materiales.  Muchos son del parecer, de que todo se relaciona solamente con la materia, y, todo puede ser aplicado a la misma.  Para ellos, la materia es la realidad, porque aceptan solamente lo que pueden percibir a través de sus sentidos: ver, oír, oler, gustar, tocar y captar con los instrumentos de la ciencia.  ¿Hemos reflexionado alguna vez sobre lo que nuestros ojos no pueden ver?.

En realidad el ser humano, tan solo puede ver el 1% de todo lo que en verdad existe.  Al menos así lo afirma Eric Rolf maestro occidental en su libro,” Nanow”.

            Toda la creación en sí, está sustentada en ondas que vibran en diferentes frecuencias.  Este hecho, además de estar comprobado por la ciencia, ya ha comenzado a ser perceptible por el ser humano a través de sus sentidos, aunque no sea visible a nuestros ojos.

En nuestra vida cotidiana, utilizamos tecnología que no es visible a nuestro espectro, pero que ya nadie duda de su existencia: ondas largas, cortas, microondas, infrarrojos, rayos x, ultravioletas, gamma, etc.

Aunque hablemos de nuestro sentido de la vista, lo cierto es que verdaderamente nuestros ojos perciben únicamente los reflejos de nuestro entorno. Lo que vemos, es tan solo el resplandor reflectado y la energía prestada, pero nunca la realidad. 

            La materia en realidad no existe como tal.  La ciencia ya descubrió y  demostró en el siglo pasado, que es energía en vibración.

            Mientras al hombre le va bien, raras veces se pone a pensar sobre el “Más allá”. Su imagen del mundo material está intacta, en tanto que sus instrumentos para sentir y tocar, sus sentidos, le proporcionan satisfacción, cumpliendo sus deseos personales y de bienestar material.  Pero si algo viene a sacudir su imagen del mundo, como golpes del destino, enfermedades o sufrimientos, y por ello ya no puede satisfacer más sus sentidos, entonces empieza a reflexionar.

Cuando a un hombre que vive inconscientemente le sucede alguna adversidad, lo primero que hace es culpar a sus semejantes. Así, tiene culpables a los que pedir explicaciones, primero en pensamientos y luego atracándoles con múltiples acusaciones.  En la siguiente oportunidad, hará ver también a sus parientes la falta de apoyo y de ayuda, como causantes de sus disgustos en el trabajo, en su matrimonio o en su familia.  También acusará a su obstinado vecino, porque no quiso entrar en razón, y, después, acusará a sus familiares, que no le han prestado ayuda en esa pelea.

El hombre sólo, cree que todos y todo están contra él.

Poco a poco, este hombre va cayendo de una depresión en otra.  Y como en la depresión tampoco recibe afirmación o estima alguna, caerá en el estado siguiente, la agresión, y, más tarde, en autocompasión y auto-lamentaciones.  ¡Nada le ayuda¡. ¡Nadie le comprende¡. Ya no puede salir de esa vida desastrosa.

            Enfermedades y sufrimientos eventuales empeoran.  El hombre consulta a un médico que le receta medicamentos, pero que no le curan. Totalmente incomprendido consulta a un psicoterapeuta para que le diga el motivo de su situación.  Probablemente éste le dice que su medio ambiente tiene la culpa.  Los compañeros de trabajo, el vecino que le ha enervado,  los miembros de su familia que tienen diferentes intereses al suyo, por lo que no le han apoyado ni le apoyarán. Y al final se llega a la niñez: son los padres, que le manifestaron poca comprensión y amor.

            Por fin ha encontrado a los malhechores culpables de su estado.   Los pensamientos del “gran sufridor” van girando alrededor de lo que pasó.  La autocompasión le va envolviendo cada vez más, y, se muestra a su vez en diferentes estados de depresión, en agresiones, inculpaciones, enfermedades y sufrimientos.  El mayor mal, es que aquellos que como él cree, le han causado este destino, no se preocupan de él, y, para más indignación, no se sienten culpables, y, se ve sumido en un malestar duradero.

            De pronto, la energía del día le trae un suceso: le visita un amigo, al que toma como paño de lágrimas, contándole todas sus penas porque ninguno de sus parientes, incluida su familia más allegada le comprende, y, en el fondo, sus padres son los más culpables, porque no le trataron con la suficiente comprensión, tolerancia y amor.

En medio de esta nube de incomprensión y autocompasión incrementada, suena una exclamación en boca de su amigo: “¡Basta¡.  Ni tu familia, ni tus padres, ni tus compañeros de trabajo, ni tu vecino son los culpables, sino “tú mismo eres el principal culpable”.  A continuación de este rayo, sigue también el trueno, recordándole las palabras del Evangelio: “Saca primero la viga de tu propio ojo y después colabora a que tu hermano reconozca también la astilla en el suyo”.

            El amigo prosigue: “Los realistas tienen la costumbre de pensar siempre de manera irreal, pues miran sólo las cosas visibles, la materia, y no lo que está y actúa dentro y detrás de la materia que es el Espíritu, Dios, y, la vida”.

Lo que nosotros llamamos materia, tan solo es la superficie de la vida.  Se podría comparar con un lago, en el que se refleja lo que está en las inmediaciones.  Tú ves solamente los reflejos y no las profundidades del lago, no miras dentro ni detrás de la materia.

La profundidad del lago es Dios, la vida. Si el hombre se parase a reflexionar sobre esto, e hiciera un viaje hacia su interior (introspección), podría comprender mejor su destino, sus enfermedades, sufrimientos y hasta los podría aceptar. 

Porque en el sufrimiento podría madurar su alma, podría llegar a comprender como un ser que es.  Podría llegar a descubrir el verdadero sentido de su existencia, de donde viene, y qué es lo que hace en este planeta escuela.

 En los mundos sutiles, está nuestra verdadera identidad, allí está lo que sustenta esta forma que creemos ser, y que erróneamente llamamos materia.

Esa identidad es nuestro verdadero YO, (Yo Superior). Es el observador que observa nuestros pensamientos, o lo que llamamos conciencia.

Por la cabeza, al hombre, le pasan algunos pensamientos: “Podría ser verdad, que existe algo más que la materia. ¿Podría ser, que haya algo así como causa y efecto?. ¿Podría ser, que existan leyes superiores que no conozco?. ¿Es posible que exista Dios?. ¿Es posible que haya algo superior que ponga a mi disposición fuerzas benevolentes?”.

            ¿Qué es el Universo?. Nuestro hombre está totalmente confuso, tiene preguntas y más preguntas.  

Ha llegado el momento de la reflexión.

¿Existe una vida después de ésta? 

Si en verdad es así, la muerte tan sólo puede ser el puente hacia una vida invisible.  

En su interior se mezcla el miedo con la esperanza, que le hace continuar preguntándose.

Coordinador y Creador de Extremadura Consciente

 

                                                                       Luis Ferrer Fernández  

 

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